La primera Balada de Chopin
Publicada en 1836, si bien sus primeros esbozos tratan de 1831, parece ser que está inspirada en poemas de Adam Mickiewicz, al igual que la op. 38, op. 47 y op. 52. Este poeta luchó por la independencia de Polonia y estuvo exiliado desde 1824 estableciéndose en Suiza. Un resumen del poema se encuentra en el siguiente enlace: Poema de Mickiewicz,
Sin duda alguna, esta obra, así como la mayoría de las composiciones de Chopin, entiende el piano como casi ningún compositor, desde la lógica física de la mano, la sonoridad, la armonía y la melodía. No es mala la comparación que se suele hacer con Bellini en el uso de la voz, del instrumento, y sólo posteriormente Debussy en el tratamiento del teclado.
Existen innumerables grabaciones de esta obra, bien acompañada del resto de las baladas, casi a modo de ciclo, como en recitales, integrales... pero en esta ocasión reverenciaremos solo aquellas que por diversas cuestiones nos parecen singulares.
Es difícil de encontrar, más aun ahora que Diverdi falleció, pero nos queda internet, sus tiendas, itunes, y demás para localizar uno de los mayores logros que he tenido la suerte y el placer de escuchar. Se trata de la versión de Benedetti Michelangeli en un recital en Turin, 1962, donde el maestro desempeña una interpretación abismal, de una elegancia y claridad apabullantes, límpida, cantabile, de esas que dejan sin aliento, usando la pausa, el silencio como música, enlazando las frases.... ¿Detalles? innumerables, solo escuchar como en el compás 9 y siguientes el segundo acorde tiene una sonoridad sutilmente inferior al anterior mientras se sostiene el canto, la propia introducción, el final... en definitiva, para no perdérselo nunca. Existe una grabación de Testmament de la misma obra, que también es excelente y aquí adjunto un enlace con toda la discografía que se puede encontrar de Benedetti para todo aquel que quiera indagar en uno de los mayores pianistas que ha habido.
Discografía
Discografía 2.
Curiosamente, tres años separan la grabación que se reseña a continuación, la de Emil Gilels en un recital en la Gran Sala del Conservatorio de Moscú, el 13 de marzo de 1965. Traigo a colación esta versión por ser la antítesis de la anterior. La introducción es contundente, forte amplio para descender de manera magistral a un piano bellísimo, pasando a un fraseo personal que busca llevar, intranquilizar si se me permite, en el espíritu más romántico que se pueda imaginar. Probablemente hay más pasión que amor, más fulgor que elegancia de salón, los temas y su exposición llevan algo de nerviosismo y Gilels se deja llevar hasta las últimas consecuencias, es un Chopin viril, en algunos momentos descarnado, y demoledor en el presto con fuoco, donde hay que olvidarse de los fallos, de los roces, y recoger el empuje que hace que nos levantemos del asiento. Seguramente hay grabaciones de mejor calidad sonora, e incluso técnicamente mejores que esta, pero pocas tienen ese fuego y ese calor que desprende una interpretación salida de un directo, de una vivencia interior. En You tube, se puede escuchar sus años de juventud, donde curiosamente está mucho más comedido: Early Years, Gilels
Con Horowitz siempre tiene una la sensación que hay más de del pianista que del compositor en esta como en otras grabaciones... pero no es menos cierto su magnetismo, atractivo, poderoso mecanismo y gama amplísíima de matices sonoros. Existen multiples grabaciones de esta obra, y hay quien prefiere al segundo Horowitz, aquel que retornó después de un descanso de casi 15 años, entre los años 50 y 60, realizando nuevas referencias discográficas para el sello Columbia, luego Sony. Sin embargo, ese primer Horowitz, el que llega hasta los años 50 siempre me pareció más autentico, original, aunque la calidad sonora sea evidentemente menor, y siempre menos afectado y más puro.
Alfred Cortot, no fue un virtuoso entendido como tal desde el punto de vista técnico, desde la infabilidad mecánica, pero si lo fue en extremo en musicalidad y fraseo - para mi sus Preludios son toda una referencia- . Baste la introducción, la elegancia en descifrar, en mostrar cada una de las notas en su justa medida, en su elegancia dramática, en ese tempo que nos lleva, nos trae, nos sumerge en el profundo mundo chopiniano. Clara Haskil, Dinu Lipatti, Valdo Perlemuter, entre otros, fueron los mejores ejemplos de su magisterio.
Siguiendo los principios del siglo XX, no deberñiamos olvidar a uno de los más singulares, mas insignes pianistas de la historia, Józef Kazimierz Hofmann, nacido en cracovia en 1876 y fallecido en Los ángeles en 1957. Evidentemente si alguien interpretara hoy de esa manera, con esas libertades estilísticas, notas añadidas, ..... seguramente sería inaceptable, incomprendido.... pero a mi me parece toda una lección de pianismo, de personalidad, escuchen simplemente el final desde el minuto 7 (Balada 1, op. 23) para apreciar ese torrente musical, claridad expositiva y terremoto controlado en la misma interpretación.
La perfección que desentraña Sviatoslav Richter en su interpretaciónde la Balada, tanto por su uniformidad sonora, plena, masculina, como por el canto que desarrolla es del todo sublime. Probablemente sea toda una lección, sino la mejor, del uso del pedal y del canto chopiniano (escuchen a partir del minuto 2:50). No quisiera olvidar a Argerich o Pollini, pasando por Zimmermann. Todos ellos poseen versiones indispensables pero siempre los disfruté mucho más en directo, sobre todo estos dos últimos.
Evidentemente no dejen e escuchar a Arrau, Rubinstein - para el que suscribe la mejor integral de Chopin, sobre todo la primera que grabó - Egorov, Gravilov, Perahia, Kissin, ...pero tengo la certeza que acabaran venerando las anteriores.
Existen